Hola a todos… después de unos meses de “silencio” retomamos
nuestras aportaciones al mundo de las personas con TEA, con una entrada sobre
alimentación.
Esta semana vamos a centrarnos en
algo que, a terapeutas y padres (especialmente) puede inquietarnos, que son las
dificultades con la “comida”. Éstas, pueden ser de diferente tipo: a veces nos
encontramos con que nuestro hijo comía
determinados alimentos que deja de comer, o que rechaza ciertas texturas que
antes toleraba… también hay casos de niños que jamás aceptaron sólidos que no
fueran “algo” crujiente (como piquitos o patatas fritas), o tuvieran un sabor
fuerte (aceitunas) o sólo aceptan comida semisólida (purés)
Para comenzar a intervenir, tanto
desde las sesiones individualizadas o desde los contextos escolares, en este
ámbito, será importante obtener información de la familia, tanto para conocer
el “estado de la cuestión” (qué alimentos come y cómo los come) como para poder
conocer las necesidades y prioridades del entorno familiar y poder entre todos
abordarlas.
No es recomendable plantearnos
introducir un gran conjunto de alimentos, es necesario que prioricemos. Para
ello, los criterios pueden ser diferentes, desde necesidades individuales
(ampliar su repertorio restringido de alimentos) hasta motivados por el
contexto (por ejemplo, es habitual que en los coles haya un menú de meriendas).
Una vez consensuado con la
familia el alimento que vamos a trabajar daremos los siguientes pasos:
1. Permitir
al niño tomar contacto con este alimento, es decir, que lo manipule, huela, aplaste….
dándole margen… de hecho, que lo tolere delante sin desajustarse, será el
primer paso a conseguir para avanzar. Podemos “jugar” con los alimentos, en el
sentido de cambiarlos de recipiente (tocándolos)… acercárnoslos a la cara a
modo de juego… Se trata de que este momento, sea algo relajado y no estresante.
2. Una
vez que la presentación del alimento (ponérselo por delante) no genera rechazo,
empezaremos a probar. El objetivo inicial será tolerar en la boca un trozo muy
pequeño (la mitad de la uña de nuestro dedo meñique). Ese tiempo de tolerancia,
será más grande de forma progresiva, e inicialmente nos conformaremos con unos
segundos que podremos ir ampliando. Si esto lo hace por sí mismo (ponerlo en la
boca), es lo ideal. A veces, no son capaces y necesitan que seamos nosotros
quien lo pongamos en su boca.
3. Para
favorecer la masticación y deglución del nuevo alimento (en los casos de
masticación selectiva, es decir, en aquellos que el niño ya mastica sin
dificultad, pero sólo algunos alimentos), podemos ofrecerle algo que le guste,
sólido, semisólido o líquido, de manera que se anime a tragar (agua, patatas,
conos, zumos o el plato de puré que habitualmente come…)
4. Una
vez logrado esto con un pequeño trozo, iremos manejando otras variables para
“aumentar” nuestro objetivo (podemos ampliar el tamaño del trozo o el número de
trozos)
Para aumentar la comprensión del
objetivo que pretendemos podemos apoyar visualmente la tarea, bien con la mera
disposición de los platos, o incorporando una regleta.
La regleta es una base que
podemos fabricar nosotros con cartulina y plastificar para que sea de fácil
limpieza. Por ejemplo, podríamos comenzar poniendo un trocito de aquel alimento
que estamos trabajando, o una foto pequeña que pegaremos con velcro y el refuerzo, por ejemplo: manzana
-patata-patata-manzana-patata-patata,
iremos disminuyendo el número de
reforzadores y aumentando el número de trozos del alimento a trabajar, de tal manera que al final sólo pongamos
manzana y en la última casilla, el reforzador. Cuando pasemos de la regleta al
plato, para algunos niños podría entrañar algún problema y puede ayudar que coloquemos los alimentos en línea (como lo
poníamos en la regleta), para después pasar a poner los trozos desordenados en
el plato.
Plátano, cono, plátano, cono... |
Si a los niños, sobre todo al
principio, les genera ansiedad puede, como siempre, utilizar la agenda de pictogramas para que
sepa en qué momento se abordará esta actividad. Y finalmente, otro elemento
clave para favorecer que el niño se anime a probar cosas nuevas es el apetito, lo ideal será ofrecerle el
alimento en momentos en los que sabemos que tendrá hambre.
Lo preferible, si estamos trabajando
en el contexto natural, sería abordar esto “todos los días”, pero sólo lo
haremos en una de las comidas principales. En las restantes, el niño
comerá lo que habitualmente acepta.
Para concluir, sabemos que este
ámbito es especialmente complejo en algunos niños con TEA y de muy difícil abordaje,
así que estamos a vuestra disposición para cualquier consulta que queráis
hacernos al respecto, y si la reflejáis en el blog, puede ser de ayuda también
para otras familias o profesionales.
Hasta la próxima!!!!!
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